Todo lo que hagas en la vida será insignificante,
pero es muy importante que lo hagas porque nadie más lo hará.

Como cuando alguien entra en tu vida y una parte de ti dice:

no estas mínimamente preparado para esto;

pero la otra parte dice: hazla tuya para siempre.


El amor flota o te unde, te desconcierta o te soprende o el amor adolecente es tan prometedor tan esperanzador o tan ignorante..

Brindo por las noches antiguas y la música lejana

Por algo es mi amigo que la vida tiene vueltas si t pone de cabeza aprende a mirar al revés
Esperando el día, que me regale un instante, donde las cosas que siento, se vuelvan importantes. ♪♫

"La mayor cobardía de un hombre es despertar el amor en una mujer sin la intención de amarla" - Bob Marley -

domingo, 2 de noviembre de 2008

En un mundo como el actual, es común que pensemos que existe mucha tristeza y poca alegría, incluso que la felicidad no sea posible de alcanzar. Pero, si hacemos un esfuerzo por no caer en la generalización sin fundamento, la mayoría de nosotros conoce y trata con personas alegres, risueñas, optimistas y, por lo tanto, aparentemente felices. Son personas comunes y corrientes. Sin embargo, tienen algo especial: es menos frecuente verlas enfermas, tristes, perturbadas o estresadas; sonríen con facilidad contagiosa, saludan e incitan al saludo, estrechan la mano o abrazan afectuosamente y dan muestras de buen humor, produciendo una influencia positiva también contagiosa. Nietzsche aseveraba que «el poder intelectual de un hombre se mide por el humor que es capaz de utilizar».
Pero, curiosamente, la sociedad competitiva en que vivimos hace que los veamos como seres extraños y, a veces, los tratemos como tales, y sintamos por ellos recelo, algo de resquemor e incluso envidia, sin caer en cuenta que, simplemente, tenemos la capacidad de disfrutar de esa misma condición que ellos manifiestan y nosotros anhelamos: el optimismo y la alegría.
La solución depende de nosotros mismos, de que asumamos el riesgo de contrarrestar el miedo, el pesimismo, la desesperanza, la depresión (que nunca desaparecerán del todo), so pena de pasarnos al bando de aquellos que ven en la vida una oportunidad y no solo un transcurrir como personajes secundarios y extras de nuestras propias existencias.
Sonreír, alegrarse por lo que lo merece, forzar el buen humor, mirar el lado positivo de todo evento en lugar de enfrascarse en los problemas (que merecen solo la justa atención), y ocuparse de resolverlos en la medida de la posibilidades, en lugar de lamentarse, el compartir con los demás la intimidad de la sonrisa y del diálogo son claves de buena vida, algo que no podemos poner en manos del azar. Oscar Wilde sostenía que «la vida es demasiado importante para tomársela en serio».

El día que no rías....
Una antigua máxima reza, "El día que no rías es un día perdido". Precisamente de la risa, como elemento expresivo de la alegría, de la felicidad y de la salud queremos hablar.
Lo primero que puede asaltarnos es la idea de que reír no es fácil, esencialmente porque no siempre hay motivos para hacerlo. Una enfermedad como el Alzheimer, no es asunto de risa, pero os sorprenderíais con la cantidad de risueños momentos que los familiares cuidadores lograr rescatar de tantos instantes de esfuerzo, tristeza y dolor. También os haría reflexionar el hecho de vislumbrar una sonrisa tranquila en la faz de quien parece ya no estar allí, así sea fugaz. Erasmo de Rotterdam afirmaba que «reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos».
Por otra parte, existen acciones, emociones y sentimientos humanos en los que reina el sosiego que pueden resultar benéficos para la salud física y mental como la reflexión, la introspección, la meditación, el diálogo. Pero también existen otras reacciones humanas emotivas como el temor, la tristeza y la ira, que de forma momentánea, coyuntural y controlada pueden resultar beneficiosas para el equilibrio personal.
Por ello, reír no cuestión de ir como unas castañuelas haciendo de todo cuanto nos acontece un motivo para ello, como tampoco lo sería mantener un perpetuo sentimiento de miedo, tristeza o ira. Cualquiera de estas actitudes permanentes resultaría bastante falsa y hasta perjudicial y, en cualquier caso una agotadora pérdida de tiempo y energía, e incluso podría llegar a ser un trastorno de conducta.
La risa espontánea, no necesita ser siempre una carcajada estridente. La sonrisa que apenas se dibuja en el rostro, pero que es producto de una profunda satisfacción y de la gratitud, es tan renovadora como aquella. Pero la clave está en tal espontaneidad, hay situaciones en que una sonora carcajada nos deja tan bien que no vale la pena poner diques a ese fluir en masa de "bien estar"; de igual forma no deberíamos menospreciar el valor de la sonrisa que brota como fruto de un estado generalizado de satisfacción, y si se quiere discutir más, de felicidad.
La mayoría de nosotros esperamos que aparezcan de la nada esos momentos y situaciones que justifiquen la risa, la sonrisa, la satisfacción y la gratitud. Dejamos en manos del azar un asunto tan importante como este y nos quedamos, como el mal pescador, esperando que el pez haga el resto, y pescar es algo más que esto. Vivir es algo más que esperar "para ver qué pasa", y dejarlo todo en manos del azar. Una cosa bien diferente es aceptar el azar como parte de la vida (no todo lo podemos controlar), sacarle gusto a la incerteza de aquello que no prevemos. Pero en cuestiones de ser felices buena parte de ello radica en nuestra intencionalidad, en nuestra propia búsqueda, en nuestra propia actitud.
Con seguridad será mucho más fácil encontrar motivos de risa y satisfacción si nos predisponemos a ello, pero no como quien programa la alarma del coche para que se dispare cuando intentar robarlo, sino para poder visualizar en la vida cotidiana la cantidad de situaciones dignas de satisfacción.
Esto no se logra si no se practica el "arte de vivir a propósito", es decir, de vivir con un profundo un deseo por ser felices, por hacer que prime el optimismo sobre el pesimismo, por ver lo mejor (al menos en la misma proporción que se ve lo peor), de aprovechar la mínima oportunidad para sonreír como un acto reflejo de un mundo interior plácidamente servido por lo que ocurre en ese momento. La mayoría esperamos ganarnos "el Gordo" y desdeñamos los reintegros, la mayoría recibimos los obsequios de la vida como premios menores, que no merecen agradecimiento.
Para vivir a propósito no vale la letanía de quien repetía como un mantra (una oración corta o estribillo que se repite muchas veces) "soy positivo, soy positivo, estoy feliz, debo sonreír". La risa debe ser espontánea, de corresponder a un estado general, debe aflorar sin esfuerzos. No es fácil reír en el mundo tal y como nos toca vivirlo hoy, pero precisamente es allí donde dar la pelea por disfrutar del beneficio de la risa (como elemento de la felicidad) cobra una importancia mayúscula. Imaginaos la risa insípida de un mundo sin problemas, el sinsabor de un entorno plácido sin dificultades, sin retos, sin esperanzas, sin el contraste fabuloso entre el problema y la solución.
No queremos hacer apología del problema, ni de la dificultad, ni quitarle hierro a situaciones tan penosas del día a día, pero especialmente a la enfermedad y a la muerte. No es necesario, existen, y seguramente seguirán existiendo, si es que nuestra especie logra sobrevivir a los eventos sociales, naturales, telúricos y cósmicos a los que se enfrenta y por los que también subsiste.
Tampoco queremos convertirnos en gurús espirituales, ni menoscabar la acción eminentemente científica o técnica en la resolución de problemas específicos, simplemente queremos ayudar a abrir la otra ventana, aquella desde la cual de divisan las cosas positivas de la vida. Solo así podremos sobrellevar las cargas pesadas de los problemas, que quizá no seamos capaces de resolverlos, pero que no impedirán sonreír en búsqueda de un mejor estar.
La risa es salud. Por otra parte, es bien conocida la idea de que la risa nos proporciona salud, nos previene de enfermedades e incluso nos predispone positivamente para curarnos de algunas afecciones (incluso graves). Así como el buen humor es el remedio a la tristeza, creemos firmemente que la alegría previene las enfermedades del cuerpo. La felicidad depende de cómo asumamos la vida, por lo tanto lo inteligente es tomarla como una emocionante e interesante aventura, llena de retos y oportunidades que podemos vivir alegres e intensamente.
Asimismo se sabe que, mientras más espontáneas son las risas, mejor efecto tienen. La risa más que un estado de ánimo e una realidad bioquímica que genera respuestas tales como duplicar la rapidez del pulso, bajar la presión sanguínea, incrementar la concentración de colágeno, tonificar y relajar los músculos, mientras en el aspecto psicológico facilita la comunicación, pues obliga a estar en contacto con otras personas, y eleva la autoestima y la confianza en personas deprimidas.
Dicen que, con cada risa se activan más de 400 músculos, se aumenta la capacidad pulmonar, se oxigenan los tejidos, baja la presión sanguínea, se alivia el estreñimiento, se libera adrenalina, se levanta la autoestima y se reducen el estrés y el miedo. Dicen que los niños ríen alrededor de 200 veces al día, los adultos sólo entre 15 y 20, esencialmente por una supuesta falta de ocasiones propicias, el exceso de problemas. Por ello no cabe duda de que tales cotas deberían aumentar.
Por todo lo anterior, no conviene escatimar una sola risa, y mucho menos si se convierte en carcajada... si no nos hacen cosquillas, hagámonoslas nosotros mismos, la vida nos da esa posibilidad.
Para disfrutar de algunos pensamientos y datos curiosos sobre la risa, el buen humor y la risaterapia visitar http://www.udel.edu/fllt/faculty/jmperez/Risa.html
El día que no hables....
Otras voces que nos ayudan a reforzar las ideas en busca de la de la alegría, la felicidad y el optimismo. Así pues, para finalizar este artículo destacamos el pensamiento del psiquiatra español, radicado en Nueva York, Luís Rojas Marcos, quien asegura que «se puede ser feliz, aunque no hay una varita mágica» para ello. En un artículo publicado por la periodista Arancha Segura del diario Metro (4 de febrero de 2008) se describe como cuatro periodistas se sometieron al escrutinio de Rojas Marcos de medir su nivel de satisfacción con la vida, con un baremo de cero a diez. Él mismo se califica con un ocho, producto de que se considera realmente feliz, mientras que el resto de calificaciones variaron entre aprobado y sobresaliente (cinco y ocho), con un promedio que cae en el notable, como la mayoría de la población.
Rojas Marcos llamó la atención sobre el hecho de que «solemos pensar que somos más felices que el resto, pero en realidad el resto del mundo es también feliz» (al menos en el contexto del mundo rico). El profesor indicó que el 85% de la población es optimista y que al menos un 30% de la capacidad para ser feliz está en nuestros genes. Arancha Segura añadió en su artículo que «el ver el vaso medio lleno o medio vacío depende mucho de los ingredientes que se añadan al día a día: mejorar la autoestima, el trabajo, estar acompañado y la esperanza son algunas de las pautas que dio este psiquiatra para ver la vida con optimismo».
Quienes opinamos que la felicidad no es un estado permanente de bienestar, sino una predisposición a estarlo, seguimos con atención las palabras de Rojas Marcos al señalar que no hay fórmula ni varita mágica para ser feliz, ni se logra de un día para otro. «Todos podemos cambiar si de verdad nos lo plateamos». El experto sentenció que el peor enemigo de la felicidad es la depresión, la denominada "enfermedad del siglo XXI", «ya que nos roba la esperanza y sin esperanza es muy difícil vivir». Finalmente, recomendó algo tan sencillo como hablar. Si, «hablar es bueno para la mente [...] es necesario desahogarse. Eso sí que es realmente importante». Rojas Marcos también incluye el humor como un elemento indispensable en la búsqueda de la felicidad, especialmente útil en los momentos críticos, y complementa lo anterior con otras pautas como: conocerse bien y aceptarse, ser natural "como uno es", mantener el equilibrio entre emoción y razón, ser un elemento social y hacer parte de un grupo, sentirse y ser útil, y conformar la propia escala de valores.
Así pues que ánimo, podemos hacer gala de nuestro mejor humor y rescatar nuestro más profundo optimismo a la vez que hacemos frente realista a los problemas. No es cuestión de "hacerse el sueco" con la vida, es cuestión de no dejarla pasar sin hacer el esfuerzo por ser felices, quizá ese sea nuestro verdadero trabajo, el asunto más importante por resolver mientras respiramos.
En el artículo 2 de este boletín ofrecemos las reflexiones del Dr. Angel Gabiolondo (Rector de la Universidad Autónoma de Madrid) sobre la alegría como un desafío.